Esta ave anida y duerme en las áreas oscuras de algunas grandes cavernas del país o en el interior de profundas grietas y se guía usando el mecanismo de ecolocalización igual al que utilizan los murciélagos para salir durante las noches en busca de alimento.
La cueva era conocida por los indios Chaimas desde mucho antes de la llegada de Colón, tal vez desde hace más de tres mil años, quienes cazaban y extraían la grasa de los polluelos del guácharo para obtener un aceite claro y ligero que usaban de diversas maneras.
Los indos de la tribu Chaima estaban convencidos que los espíritus de sus ancestros habitaban en el fondo de la Cueva. Por tal motivo, ningún mortal escaparía con vida de ella si osaba penetrar en sus oscuridades encantadas, ya que sería enloquecido por los espantosos gritos de sus antepasados fallecidos.
Cuenta una leyenda, que ni la valiente princesa Urimare, se atrevió nunca a entrar en la caverna. Por lo tanto, organizaba a sus guerreros en la entrada, desde donde se podían escuchar los alaridos de los espíritus. En este lugar una vez que los incitaba con sus palabras, los hacía jurar ante sus antepasados para que defendieran la tierra con valor frente al invasor.
Un día en que los guerreros chaimas perseguían a dos colonialistas españoles, vieron con asombro cómo a pesar de permanecer ocultos durante bastante tiempo en el fondo de la cueva, los españoles salían vivos y sin dar muestras de miedo. A partir de este momento Urimare comenzó a entristecerse puesto que consideraba que si estos hombres habían logrado vencer a sus antepasados, probablemente pasaria lo mismo con sus guerreros.
En estado de desesperación por el destino de su pueblo, la india Urimare cayó prisionera en una batalla, siendo llevada a Cumaná donde fue ahorcada. Pese a su trágico final, Urimare sobrevivió en el culto que se le comenzó a rendir, siendo considerada la Reina del Guácharo.
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